
Él camina.
El sendero bajo sus pies es claro, pero a medida que avanza, el paisaje a su alrededor parece cobrar vida. Miles de puertas surgen a ambos lados del camino, cada una con una promesa.
Algunas están talladas en oro, grabadas con palabras seductoras: “Realización”, “Éxito”, “Amor perfecto”. Otras están teñidas de misterio, ofreciendo verdades ocultas, iniciaciones secretas, caminos alternativos para alcanzar lo que busca.
Él duda.
¿No es esto la vida? ¿Un largo viaje en el que hay que elegir sabiamente? ¿Un sendero donde se deben sopesar las opciones, aprender de los errores, tomar las puertas correctas para avanzar?
Abre una.
Por un instante, cree descubrir algo nuevo. Una experiencia, una enseñanza, un giro inesperado. Se sumerge en ello, creyendo que al fin ha encontrado lo que buscaba. Pero pronto se da cuenta de que la historia se repite. Los escenarios cambian, los rostros varían, pero la sensación profunda permanece: nada de esto es suficiente.
Entonces, abre otra. Y otra más.
Y siempre la misma impresión: lo que creía estar eligiendo no era más que un decorado en movimiento.
Cree que avanza.
Pero en realidad, solo está dando vueltas en círculo.
¿Es real la elección?
Un susurro surge en su interior.
“No dejes que ninguna imagen se interponga entre tú y Dios.”
Ni una sola.
Ni aquellas que hacen soñar, ni aquellas que generan miedo.
Ni aquellas que parecen traer consuelo, ni aquellas que aparentan ofrecer un propósito.
Ni siquiera aquellas que se envuelven en una luz espiritual.
Lo que buscas no es otra cosa que amor. Y sin embargo, ese amor ya está aquí. Siempre ha estado aquí, en el espacio silencioso detrás de todas esas imágenes.
Es tu esencia y la Suya la que has negado al elegir la ilusión en lugar de la verdad.
Todas esas puertas no eran más que una forma de evitar ver lo que es, de retrasar el reconocimiento inevitable. Porque elegir una imagen es rechazar la luz que la ilumina.
Pero si las imágenes caen, ¿qué queda?

Donde el camino se ilumina
Se detiene.
Mira a su alrededor y ve cómo el paisaje cambia.
Todas las puertas desaparecen.
Todo lo que creía que debía elegir nunca tuvo importancia.
Entonces recuerda: “Es del pasado de donde proviene el juicio.”
Comprende que su mente siempre ha buscado entre lo que ya conocía. Cada puerta no era más que un recuerdo reciclado, un intento de encontrar en otro lugar lo que nunca se ha perdido. Pero la verdad no está en el pasado.
El silencio se instala en su interior.
Levanta la mirada y ve que el camino siempre ha estado allí—despejado, simple, evidente. Nunca necesitó todas esas puertas.
No tiene nada más que buscar.
Nada más que esperar.
Solo tiene que recordar.
Camina.
Ya no para elegir.
Ya no para buscar.
Sino porque sabe que el destino siempre ha estado aquí.
No hay más dudas, no hay más espera, no hay más búsqueda.
El camino es uno.
La elección es una.
Y ya ha sido tomada.
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