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Elegir entre las leyes del sueño y las leyes de Dios: un recordatorio de lo que eres



Image symbolique représentant le choix entre les lois du rêve et les lois de Dieu, entre ombre et lumière.


En este mundo que llamamos “realidad”, hemos aprendido a vivir según leyes de causa y efecto que parecen inevitables: el tiempo, el karma, la enfermedad, el castigo, el sufrimiento como vía de aprendizaje, la reparación del error a través del dolor… Estas leyes forman lo que podríamos llamar las leyes del sueño, un sistema de pensamiento basado en la creencia de que estamos separados de nuestra Fuente.


Pero no son verdaderas. Solo tienen realidad dentro del sistema de pensamiento del ego, que ha inventado un mundo entero para esconder la culpa de haber creído en la separación de Dios.


Un Curso de Milagros las llama las leyes del caos, porque se basan en un error fundamental: la creencia en la separación.



Las leyes del sueño: castigo, karma e ilusión de reparación


Según la visión del mundo, si haces algo “mal”, tienes que pagarlo. Si hieres, serás herido. Si quieres tener éxito, debes luchar, merecerlo, quizá sufrir. Es una lógica basada en la escasez, el sacrificio y el mérito.


Incluso la noción de karma, si no se trasciende desde la unidad, se convierte en una espiral de deudas que pagar, errores que expiar, dolores que atravesar para, al fin, “merecer” la paz.


Pero el Curso es claro:


“Dios no conoce la retribución. Su Hijo es libre.” (T-3.I.6:6)

No tienes nada que pagar. Lo que crees que debes resolver se basa en una sola ilusión: haber creído que te separaste del Amor y que ahora debes sufrir para recuperar lo que en realidad nunca perdiste.



Las leyes de Dios: donde solo el Amor es


Frente a las leyes ilusorias del sueño, están las leyes de Dios. Éstas no cambian nunca, porque se basan en lo inmutable: el Amor puro, la Unidad, la Verdad absoluta.


Según estas leyes:


  • Eres inocente, porque Dios solo crea inocencia.

  • Eres uno con todo, porque nada está separado.

  • Eres amado eternamente, y eso no depende de ninguna conducta.

  • No hay nada que reparar, porque “los errores no pueden alterar la verdad.” (T-9.III.6:2)



“Las leyes de Dios solo dan.” (L.344.1:1)
“Tu única responsabilidad es aceptar la Expiación para ti mismo.” (T-2.V.5:1)

No hay nada que demostrar, nada que merecer. La paz ya está aquí.

Pero mientras creas en la culpa, inconscientemente elegirás ser castigado por lo que en verdad nunca ocurrió.



No conocemos el Amor


El Curso insiste en este punto: no sabemos qué es el Amor.


“Tú no sabes lo que es el amor, y eso es lo que hace que tu situación no tenga esperanza.” (T-13.V.3:1)

Mientras definamos el amor desde la mente o el cuerpo, estará teñido de expectativas, condiciones, protección.

Mientras creamos que amar es “hacer el bien” según ciertos valores — ser amables, comer esto y no aquello, comportarse de cierta manera — seguimos dentro de un sistema de juicio, y por tanto, dentro de la dualidad.



Todo juicio de bien o mal proviene del sistema de pensamiento del ego


Cada vez que crees que hay una manera correcta y otra incorrecta, estás juzgando, y le estás dando realidad a la separación.


“El juicio se basa en la idea de que puedes ser testigo de lo real y evaluarlo correctamente.” (M-10.2:3)

Y esto se aplica a todo:


  • Creer que comer vegetariano es “más puro” que comer carne es creer que el cuerpo es real, que la forma tiene poder sobre el espíritu.

  • Creer que ciertas prácticas sexuales son más espirituales que otras es seguir creyendo que la forma tiene un valor real.

  • Creer que hay emociones “elevadas” y otras “bajas” es olvidar que todas las emociones del ego provienen de un pensamiento falso.



El juicio te mantiene en la creencia de que algo se ha hecho mal, por ti o por otro. Y por lo tanto, alguien debe pagar. Pero pregúntate:


¿Todavía deseas que el otro pague por sus errores?

Entonces, aún eliges sostener los tuyos.


Porque mientras creas que alguien merece sufrir, aunque sea sutilmente, crees que tú también mereces una forma de castigo.


“El perdón es la clave de la felicidad.” (L.121)
“Perdono, y veré esto de otra manera.” (L.193)


Elegir el encierro… o la liberación


Cada día, cada instante, haces una elección. Pero no es una elección entre dos acciones en el mundo,

sino entre dos sistemas de pensamiento:


  • El del ego, que te ata a las leyes del sueño y a la creencia en la culpa.

  • O el del Espíritu Santo, que te recuerda que eres tal como Dios te creó.



Puedes seguir creyendo que hay errores que corregir en la forma,

o puedes elegir la Expiación ahora: el recuerdo de que la falta nunca ocurrió.


“No tengo nada que hacer, salvo no interferir.” (T-16.I.3:7)


La verdad o la ilusión: no hay compromiso posible


No existe una versión suavizada de la verdad. O estás en Dios, o estás soñando.

O el Amor es, o crees en un mundo ilusorio.


“La verdad no tiene opuesto.” (T-6.V.A.4:1)
“Crees tener que adaptarte a un mundo que percibes. Sin embargo, ese mundo no es más que una imagen externa de una condición interior.” (T-21.in.1:5)

Mientras creas que ciertas cosas aún deben resolverse en la forma, sigues eligiendo el sueño.

Mientras creas que hay “buenos comportamientos” y “malas actitudes”, validas la idea de un yo personal capaz de hacer el bien o el mal.


Pero no hay salvación en la forma. Solo hay perdón.



Conclusión: la única ley verdadera


No estás sometido a las leyes del sueño.

No eres un cuerpo, ni una historia, ni una identidad herida que necesita sanarse.

Eres Amor.


Y el Amor no sigue ninguna ley, salvo la suya propia.


Cada vez que quieras recordar la verdad, puedes decir:


“No estoy sujeto a las leyes de este mundo.” (L.76)
“Soy tal como Dios me creó.” (L.110, L.162, L.199, L.219…)

Y recordar que en cualquier instante puedes elegir de nuevo.

Elegir el Amor.

Elegir la Verdad.

Elegir dejar de pedirle a alguien —incluso a ti mismo— que pague por una culpa que nunca existió.



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