![Cuerpo innocente](https://static.wixstatic.com/media/17c7b7_03419644dab544f59d4d10d4af2b9428~mv2.webp/v1/fill/w_980,h_560,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/17c7b7_03419644dab544f59d4d10d4af2b9428~mv2.webp)
A ti, este cuerpo inocente, te ofrezco al Espíritu Santo y perdono. ¿Cómo algo que nunca existió podría ser culpable de algo? Devuelvo tu inocencia y, en ti, abrazo la mía.
El cuerpo está a menudo en el centro de nuestras preocupaciones. Lo asociamos con nuestra identidad, nuestro valor, nuestros placeres y nuestros sufrimientos. Sin embargo, detrás de estas percepciones se esconde una verdad profunda: el cuerpo es inocente. No puede atacar ni ser atacado. No tiene ningún poder por sí mismo. Reconocer esto marca un punto de inflexión: cuando dejamos de proyectar culpa sobre el cuerpo, abrimos el camino hacia el perdón y una paz interior duradera.
El Cuerpo y el Sueño Secreto: Una Ilusión sin Poder
En el inconsciente, el cuerpo a menudo está cargado de culpa. Se percibe como una prueba de separación, un ataque a nuestra fuente de amor, a Dios. Sin embargo, no es más que una herramienta neutral, una proyección del sueño secreto en nuestra mente. Refleja lo que quisimos creer: lo infinito confinado en lo finito, lo ilimitado hecho limitado, la unidad fragmentada en multiplicidad, lo eterno vuelto mortal.
"El cuerpo es un sueño. Como los otros sueños que parece contener, a veces parece agradable, pero también puede parecer aterrador." – UCEM, T-18.VII.3.1
cuerpo inocente
Esta culpa proyectada transforma al cuerpo en un campo de batalla. Tratamos de controlarlo, cambiarlo o convertirlo en un refugio para nuestros miedos. Pero en verdad, el cuerpo no puede hacer nada. No puede atacarnos ni salvarnos. Es completamente neutral.
"El cuerpo es algo completamente neutral. Lo que lo convierte en un problema es el pensamiento asociado a él. El cuerpo no puede hacer nada por sí mismo; solo refleja el estado mental de quien lo percibe." – Kenneth Wapnick
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El Uso del Cuerpo por parte del Ego: Control, Miedo y Distracción
El ego utiliza el cuerpo para reforzar la ilusión de separación. Esto se manifiesta en el miedo constante a su degradación, enfermedad o muerte. Incluso en nuestras acciones "virtuosas", el ego está a menudo presente.
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1. La Búsqueda de Perfección y Control
Cuidar la alimentación, hacer ejercicio o prestar atención al cuerpo puede ser un acto de amor. Pero cuando está motivado por el miedo a envejecer, enfermarse o no ser "suficiente", se convierte en una proyección de culpa. No es al cuerpo al que intentamos cuidar, sino a un miedo inconsciente que tratamos de ocultar.
"El cuerpo parece demostrar que puedes ser atacado, que eres vulnerable, que puedes morir. Estas ideas son la base del sueño de separación." – UCEM, T-19.IV.B.6
2. El Miedo a la Muerte
La muerte del cuerpo es una obsesión central para el ego. Alimenta un miedo constante, llevando a intentos desesperados de prolongar la vida o evitar lo inevitable.
"Aferrarse a la idea de que uno es un cuerpo es la raíz de todos los miedos. Date cuenta de que estás más allá de ello, y el miedo desaparecerá." – Ramana Maharshi
3. Distracciones Físicas
Los placeres sensoriales y las comodidades materiales a menudo se utilizan como mecanismos de escape para evitar mirar hacia adentro. Pero estas distracciones solo refuerzan la idea de que estamos limitados al cuerpo, alejándonos aún más de la verdadera paz.
El Cuerpo al Servicio del Espíritu Santo: Una Herramienta para la Unión
Cuando dejamos de usar el cuerpo como un medio de defensa o distracción para alimentar las ilusiones del ego, puede ser puesto al servicio del Espíritu Santo. El cuerpo se convierte en una herramienta de perdón, comunicación y unión. En esta nueva perspectiva, ya no se trata de cambiar o reparar el cuerpo, sino de transformar su propósito para reflejar paz y amor en lugar de miedo y separación.
El Uso del Cuerpo en las Relaciones
En las relaciones, el ego utiliza el cuerpo como una herramienta de manipulación o culpa. Esto puede manifestarse de varias maneras:
1. Permitir el Maltrato para Expiar Culpa
El ego puede empujarnos a aceptar tratos injustos o comportamientos destructivos, convenciéndonos de que los merecemos. Por ejemplo, permanecer en una relación abusiva o tolerar abusos físicos o emocionales se convierte en una forma inconsciente de autopunición. El cuerpo se utiliza como un medio para expiar una culpa profundamente arraigada.
2. Ver el Cuerpo del Otro como Posesión
En algunas relaciones, percibimos el cuerpo del otro como una extensión del nuestro. Exigimos que cumpla con nuestras expectativas, ya sea en términos de apariencia, comportamiento o proximidad. Esta visión reductiva transforma al otro en un objeto de posesión, manteniendo así la ilusión de separación.
3. Proyectar Nuestra Culpa en el Otro
A veces, usamos el cuerpo de los demás como un "blanco" para nuestros juicios y enfados. Esto puede manifestarse como críticas físicas, culpar al otro por sus acciones o incluso responsabilizarlo excesivamente por nuestra felicidad o sufrimiento. Este uso del cuerpo por parte del ego perpetúa la ilusión de que el otro está separado de nosotros y, por lo tanto, "responsable" de nuestras experiencias."Todo lo que percibes en el otro no es más que un reflejo de lo que te niegas a ver en ti mismo." – UCEM
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Hacia la Simplicidad: El Cuerpo en el Espíritu Santo
1. Cocinar con Simplicidad y Alegría
Cocinar se convierte en un momento para estar plenamente presente. En lugar de elegir alimentos por miedo ("esto me hará daño"), seguimos una inspiración natural. Preparar una comida se convierte en un acto de atención amorosa, no solo para el cuerpo, sino también para los demás. Un plato simple, hecho con sinceridad y gratitud, alimenta mucho más que el cuerpo físico.
2. Hacer Ejercicio como un Acto de Gratitud
El ejercicio ya no sirve para controlar el cuerpo o evitar la culpa, sino que se convierte en una celebración del movimiento. Caminar, correr, bailar o practicar yoga ya no se trata de "corregirse", sino de saborear el cuerpo como una herramienta simple de expresión, libre de presión o metas de rendimiento.
3. Prestar Atención Sincera en las Interacciones
Cuando el Espíritu Santo guía, los gestos simples se convierten en expresiones de amor. Un apretón de manos, una mirada amable, un abrazo o una escucha atenta permiten que el cuerpo se conecte en lugar de defender o manipular. Estas interacciones, aunque mundanas, reflejan una intención de unidad y compartir.
4. Descansar Sin Culpa
El descanso se vuelve sagrado cuando reconocemos al cuerpo como una herramienta valiosa pero temporal. Tomar un momento de calma o una siesta ya no se ve como pereza, sino como una forma de recargar un instrumento que usamos con respeto.
5. Trabajar en Conexión con el Mundo
Incluso trabajos aparentemente mundanos, como escribir correos electrónicos, atender clientes o responder solicitudes, pueden convertirse en un vehículo de unidad. Cuando el Espíritu Santo guía, estas acciones extienden la paz interior. Un trabajo bien hecho, ejecutado con calma y sin expectativas, refleja el amor en acción.
"Cuando el cuerpo se pone al servicio del perdón, deja de ser una fuente de conflicto. Se convierte en un testigo de la mente en paz y en una expresión tangible de amor y bondad." – Kenneth Wapnick
El Retorno a la Inocencia
Cuando utilizamos el cuerpo con el Espíritu Santo, incluso los gestos más simples se convierten en expresiones de unidad y amor. Entonces comprendemos que el cuerpo nunca fue culpable, al igual que nosotros nunca lo fuimos.
"El cuerpo es inocente, porque no ha hecho nada. No puede atacar ni ser atacado. Al reconocer esto, recuerdas que tú también eres inocente, más allá de cualquier juicio." – UCEM
Así, lo que antes se utilizaba para dividir se convierte en una herramienta para la unión. El cuerpo ya no obstaculiza nuestra paz, sino que se convierte en un testigo de nuestra libertad.
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Les comparto el mantra que me acompaña cada día:
"Que de mi boca solo salgan palabras hermosas y positivas; que mis gestos y mis acciones estén llenos de amor y bondad, dirigidos tanto hacia mí misma como hacia los demás."
Con dulzura.
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