En esta temporada festiva, donde a menudo se celebra la alegría, la unidad y los reencuentros, mis pensamientos están con quienes atraviesan momentos más oscuros. Pienso en aquellos para quienes estos días pueden estar teñidos de soledad o emociones difíciles de soportar, en aquellos que sienten un desajuste con la efervescencia que los rodea.
Entre los temas más tabú de nuestra época, el suicidio sigue siendo algo que la sociedad prefiere ignorar o reducir a meras estadísticas. Sin embargo, podría ser una de las principales causas de muerte en el mundo, si consideramos tanto las formas directas como indirectas. Detrás de este silencio hay una incomprensión colectiva, un miedo a enfrentar lo que parece irreconciliable: el sufrimiento humano llevado a su extremo.
Pero más allá del impacto emocional, existe una pregunta esencial que pocos se atreven a plantear: ¿es el suicidio una solución? ¿Y si no fuera más que otro callejón sin salida en la búsqueda de la paz interior?
Las fiestas tienen la capacidad de sacar a la superficie todo lo que permanece oculto en nosotros, ya sean recuerdos felices, carencias percibidas o heridas aún abiertas. Para algunos, subrayan la necesidad de buscar respuestas o un consuelo más profundo. A quienes llevan este peso, quiero decirles: no están solos. Incluso en los momentos en que el sufrimiento parece insoportable, cuando la oscuridad parece absoluta, hay luz, tal vez sutil, pero siempre presente. A esa luz espero que este artículo pueda servir como recordatorio, no imponiendo respuestas, sino abriendo un espacio para la reflexión y el consuelo.
El sufrimiento no es una salida, sino un llamado
El suicidio suele percibirse, para quienes llegan a este punto, como la única salida posible para escapar de un sufrimiento percibido como insoportable. Sin embargo, el sufrimiento, por intenso que sea, no es un callejón sin salida. Es el reflejo de una creencia equivocada sobre nosotros mismos, una percepción alimentada por la idea de que estamos separados: separados de los demás, del mundo y de nuestra propia esencia.
Desde una perspectiva espiritual más profunda, el sufrimiento no es un enemigo, sino un mensaje. Nos invita a examinar lo que creemos que es verdad, a cuestionar las historias que llevamos sobre quiénes somos y lo que pensamos que debemos soportar. Como lo recuerda una enseñanza no dual:
"El mundo que ves es la prueba visible de un sistema de pensamiento invisible." (UCEM)
Así, el sufrimiento no es un estado definitivo, sino una pantalla proyectada por nuestra mente. Intentar escapar de esta pantalla a través del suicidio es como intentar huir de una ilusión creando otra. La mente, atrapada en el ciclo del samsara, continuará recreando las mismas experiencias hasta que elija liberarse, no huyendo, sino enfrentando directamente la creencia en la raíz del dolor.
El suicidio: una ilusión de fin
Ramana Maharshi dijo:
"La muerte no es el final. Lo que muere es simplemente el cuerpo, pero la mente permanece. Los deseos, los miedos y los apegos continúan."
El sufrimiento que parece llevar a este acto final no se resuelve con la muerte física. El suicidio no es una solución, porque lo que impulsa este acto, el sistema de pensamiento del ego, permanece intacto. El ego simplemente proyectará creencias no resueltas en otra experiencia, en otro "ciclo".
El ciclo del samsara, este bucle interminable de nacimiento, muerte y renacimiento, se basa en esta dinámica. Mientras la mente crea que la paz o la liberación se encuentran fuera de sí misma, seguirá recreando los mismos patrones.
"Los pensamientos no abandonan su fuente. Lo que ves fuera de ti es una proyección de lo que está dentro de ti." (UCEM)
Arten y Pursah recuerdan que la mente no puede escapar de sus propias creencias simplemente deshaciéndose del cuerpo físico. Después de la muerte, lo que llamamos "el más allá" sigue siendo una extensión del sueño. La mente sigue soñando, llevando consigo patrones no resueltos de miedo, culpa y separación. Hasta que estas creencias no sean trascendidas, la mente se reencarna en un nuevo ciclo, reviviendo los mismos dolores e ilusiones en diferentes formas. El suicidio, por lo tanto, no interrumpe el sueño; simplemente lo prolonga en otra versión, igualmente marcada por percepciones de carencia y separación.
La verdadera liberación no reside en huir del sufrimiento, sino en perdonarlo, en reconocer que este mundo, con todas sus ilusiones, no tiene el poder de definir nuestra esencia. Al elegir mirar el sufrimiento de manera diferente, comenzamos a salir del sueño, a trascender los ciclos de reencarnación y a recordar la paz que nunca se ha perdido.
Liberarse: la elección de ver de otra manera
La liberación espiritual no consiste en rechazar el sufrimiento, sino en verlo de manera diferente. En lugar de buscar huir o combatirlo, podemos elegir verlo como una oportunidad de sanación. Kenneth Wapnick, en sus enseñanzas, recordaba a menudo:
"No hay nada que reparar, nada que salvar. Todo lo que ves es una proyección de tu creencia de que estás separado de Dios. Simplemente date cuenta de que esta creencia no es real."
Esta mirada diferente es el comienzo de la liberación. Cuando dejamos de creer que el sufrimiento es una condena, se convierte en un llamado a volver hacia nuestro interior, donde la paz permanece intacta.
La pregunta no es "¿Cómo puedo escapar de este sufrimiento?", sino más bien: "¿Estoy dispuesto a verlo de otra manera?". Esta elección no requiere cambiar el mundo exterior ni "reparar" lo que parece roto dentro de nosotros. Simplemente requiere reconocer que este mundo, con sus dolores e ilusiones, no tiene el poder de definirnos.
"Lo que es real no puede ser amenazado. Lo que es irreal no existe." (UCEM)
Un mensaje de esperanza para quienes sufren
A ustedes que enfrentan un momento de profundo desespero, sepan que su dolor, por abrumador que sea, no los define. No es una condena, sino una invitación, suave y silenciosa, a mirar más allá de las sombras.
El sufrimiento puede parecer que los encierra, pero no es más que un velo, frágil y temporal, tejido de pensamientos y creencias que pueden ser cuestionados con suavidad. No están solos en esta oscuridad. Cada momento, incluso el más difícil, contiene una apertura, un destello de luz que conduce a algo más grande y más pacífico.
La luz que buscan puede parecer distante, pero nunca está fuera de alcance. En verdad, no es algo que deban alcanzar. Ya está aquí, porque es lo que son, más allá de las ilusiones de separación y sufrimiento. Es un recuerdo, un reconocimiento de que, incluso en el corazón de la dificultad, son más que lo que están experimentando ahora.
Tómense un momento para respirar, para simplemente estar presentes con lo que es. Están sostenidos, aunque no sea evidente. Y a través de este reconocimiento, paso a paso, la luz los guiará suavemente hacia la paz que siempre ha estado en ustedes.
Para quienes acompañan
Si eres testigo del dolor de alguien cercano a ti, recuerda que tu papel no es "salvarlo" ni resolver su sufrimiento. Tu papel es ofrecerle un espacio de amor y presencia. La verdadera sanación viene del reconocimiento de lo que ya está completo dentro de nosotros. A veces, simplemente estar ahí, sin juicios ni expectativas, puede ser una luz para el otro, incluso si aún no puede verla.
Este artículo busca abrir un espacio de reflexión, no para minimizar el dolor, sino para mostrar que, incluso en las profundidades de la oscuridad, hay otro camino. Uno que mira más allá de la ilusión para recordar que nunca estamos realmente separados de la paz y el amor.
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